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The pain in Spain, again!

MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL
03/04/2022

Resulta fácil echar mano de este titular tan socorrido por la prensa internacional en anteriores episodios de crisis, tales como el rescate financiero del país por la UE en 2012 con un préstamo de 100.000 millones de euros que todavía se está pagando, si bien he de decir que no es agradable y, lo peor es que, ahora también, se veía venir.

Me explico: no se puede echar la culpa de la inflación desbocada que registramos en España a la invasión rusa en Ucrania, que ya se sitúa en el 9,8% (IPC marzo interanual) impulsada especialmente por los componentes alimenticios y energéticos, pero que probablemente irá a más. La escalada de la inflación ya venía desde principios de 2021 dando señales, al producirse un shock de oferta ante una demanda sobrevenida y no atendida, derivada de la reapertura económica mundial tras la crisis derivada de la pandemia, así como por los efectos de los cuellos de botella en la cadena de suministro de algunos bienes y servicios, pero también, y especialmente, como fruto del exceso de liquidez inyectada en el sistema financiero por los bancos centrales desde el inicio de la Gran Crisis Financiera, a la que se le añadió el plus de liquidez inyectada por los respectivos gobiernos en clave de medida de política fiscal de choque antiCovid.

Toda esta liquidez ha propiciado una inflación de activos financieros e inmobiliarios, que ahora, con la reactivación económica postpandémica y la restricción en el acceso las materias primas propiciada por la guerra en Ucrania, se ha trasladado a los precios para el consumidor y a los salarios. Los bancos centrales deberán subir tipos, aunque el BCE no lo haga en este año, la retirada de estímulos del mercado se está acelerando, en términos de reducción del ritmo y magnitud de recompras de deuda. Mientras, la medida más efectiva sería una bajada de impuestos que supone la fórmula más directa e inmediata de mitigación de la escalada de precios, pero se ve que el Gobierno en España no está por la labor y eso que la inflación ha aumentado la recaudación del IVA en 3.500 millones al año según la AIREF.

Una vez más, está claro quiénes van a pagar los platos rotos ante la no adopción de medidas eficaces: los ciudadanos, los trabajadores, los autónomos, las familias, las pymes, …, el consumidor final. Todos están perdiendo ya poder adquisitivo, muchas empresas y negocios dejan de ser rentables, el malestar es evidente y muchos colectivos ya protestan en las calles y convocan huelgas, y no les falta razón dado que el problema viene de atrás. La memoria es frágil, pero cabe recordar por ejemplo que, según los registros del Banco de España, el rescate bancario costó 64.000 millones de euros, de los que 22.000 fueron cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos, y los restantes 42.000 millones vía el FROB (Fondo de rescate bancario). Pues bien, se estima 54.000 millones se dan por perdidos, a los que se suman ahora 35.000 millones de deuda que asume el Estado con la SAREB (el banco malo creado para aparcar los activos tóxicos de la banca) y que en teoría iba a devolver la banca…y que desde enero de este año ha pasado a engrosar la abultada deuda pública del país. Total, casi 90.000 millones que cargan sobre los ciudadanos, para un sector rescatado, protegido y que, ante episodios como la irrupción de la Covid, presta dinero si, pero de forma selectiva y con aval de nuevo estatal. Hay muchos otros sectores económicos y actividades empresariales que se podrían apoyar para mejorar la competitividad del país y mejorar el empleo. Y por supuesto, conviene fomentar el emprendimiento.

Este es el perfil de España en estos momentos: un déficit fiscal de 81.521 millones (6,8% del PIB cuando Europa marca el 3% como límite a partir del cuál ya se considera excesivo, algo que ocurre desde 2019), una deuda pública de 1,43 billones (118,4% del PIB), un paro del 12,6% y finalmente, un mercado laboral, energético e inmobiliario intervenidos. La curva de tipos ya se está elevando en mercado y cuando se pare el programa de recompra de deuda por el BCE, seguramente se vuelva a hablar de la olvidada Prima de Riesgo. Todo ello, sin entrar a valorar la composición del gobierno en cuanto al mix de partidos, sus ideologías, su liderazgo y el escaso consenso alcanzado en las medidas que va adoptando entre los distintos agentes económicos, en especial, con las patronales empresariales.

El riesgo de estanflación es cada vez más plausible, esto es, la confluencia de una recesión económica (caída del PIB durante dos trimestres consecutivos) y una inflación en niveles claramente por encima del nivel objetivo del 2% que tienen marcados los bancos centrales. Puede pasar, aunque esperemos que sea de forma coyuntural y los bancos centrales y los gobiernos actúen en consecuencia. Por parte de la ciudadanía, no queda otra que moderar el gasto, priorizar el consumo y optimizar los ahorros, que no deben estar en cuenta corriente, ahora más que nunca. Recuerden, asesórense bien.