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El comienzo de la era Biden


DAVID MARTÍN
, ANALISTA Y ASESOR FINANCIERO
24/01/2021

El pasado miércoles 20 de enero, Joe Biden tomó posición de su cargo y se convirtió en el 46º presidente de los Estados Unidos de América. La ceremonia puso fin a una de las transiciones políticas más turbulentas que ha vivido el país. Ese mismo día, el presidente firmó 17 órdenes ejecutivas, muchas de ellas para revertir medidas del presidente saliente. Entre ellas destacan la vuelta al Acuerdo de París o detener la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud.

Tras la victoria democrática en el Congreso el pasado mes de noviembre, también consiguieron la victoria en el Senado, después de la segunda vuelta de Georgia a comienzos del año. La victoria genera un equilibrio en la cámara baja, que otorga el control a los demócratas, gracias al voto de desempate que recae sobre la vicepresidenta Kamala Harris. El mandato actual del Partido Demócrata se encuentra entre los más estrechos de los últimos 60 años, contando con el 50% del Senado y con una mayoría en el Congreso de tan solo 11 escaños.

La política en el Senado requiere 60 votos para aprobar la mayoría de las leyes, siendo la principal excepción la conciliación del presupuesto anual. Esta escasa mayoría obtenida en el Senado implica que la Administración Biden podrá aprobar medidas de estímulos adicionales y aumentos de impuestos pero no podrá desarrollar una legislación transformadora en la regulación sin el apoyo republicano. Es por ello, que el estímulo fiscal anunciado por Biden de 1,9 billones de dólares estadounidenses probablemente sea decretado mediante el marco del proceso de conciliación presupuestaria. Si bien algunos de los programas incluidos en el estímulo fiscal cuentan con el apoyo bipartidista, superar la aprobación con los 60 votos necesarios y superar el obstruccionismo (filibuster) será complejo para la nueva Administración.

Pese a esto, la victoria demócrata busca cambiar radicalmente las prioridades políticas de la próxima Administración de Estados Unidos. A corto plazo, los demócratas concederán prioridad inmediata a nuevos aumentos de la factura del gasto federal, mediante transferencias fiscales a los hogares junto con respaldo a los gobiernos estatales y locales. El plan para reactivar la economía presenta un elevado componente social que trata de ayudar tanto a las familias como a las pequeñas y medianas empresas. Además, la ayuda económica no deja atrás el componente sanitario y destina más fondos para las vacunas y la distribución de éstas. En el medio plazo, el gasto en infraestructura tomará relevancia. Con la victoria en el Senado, es más probable que el paquete de apoyo a la infraestructura disponga de una cuantía más generosa gracias al proceso de conciliación presupuestaria. Este gasto en infraestructura no solo está orientado a la reconstrucción de carreteras y puentes, sino también al despliegue de la energía limpia y la infraestructura digital.

Este resultado, además, favorecerá las ambiciones en materia de cambio climático de la Administración de Biden. No solo por el retorno al Acuerdo de París, sino por futuras normas más estrictas contra las emisiones de gases de efecto invernadero, subidas de los impuestos energéticos o el impulso a tecnologías de ahorro de energía y generación de energía renovable.

Desde que se conoció la victoria demócrata en el Senado, la rentabilidad del bono a 10 años estadounidense superó el 1%, nivel perdido en marzo tras el shock exógeno de la pandemia. Asimismo, las bolsas estadounidenses reciben el comienzo de la agenda de los “primeros 100 días” en máximos históricos. Los mercados financieros ya han comenzado a reaccionar. ¿Pero qué podemos esperar de la economía real? Los cheques a hogares y empresas, junto con el gasto en infraestructura, que puede tener beneficio económico más duradero que las ayudas directas, nos hacen pensar en un impulso para el crecimiento del PIB estadounidense y mayores expectativas de inflación.