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Todo a un euro

AARÓN RODRÍGUEZ Asesoramiento y Gestión Patrimonial en Cross Capital

 

11-06-2017

Le contrataron para capitanear un barco tocado y al final lo ha llevado al hundimiento. Popular era en cualquier caso un barco frágil, en el que recientemente habían sido sustituidos los hombres de la sala de máquinas, con la esperanza de coger rumbo hacia tierra firme, pero este capitán lo ha llevado a mal puerto, de hecho ni ha llegado, han tenido que levar anclas y ser remolcados por un barco mayor, robusto, teniendo que asumir el coste del rescate básicamente los dueños del barco, independientemente de su cuota de propiedad.

El capitán, ha sido protagonista, aparentemente lo buscaba, pero el espectáculo no ha gustado a nadie. Lo demostró en la Junta General de Accionistas del pasado mes de abril, cuando en sus declaraciones hizo cundir el pánico entre sus accionistas al anunciar que el banco necesitaba capital de forma inmediata y expuso sólo dos soluciones posibles: fusionarse con otra entidad o ampliar capital. Curiosamente se descartaba esta última opción, pues los accionistas ya habían sufrido suficiente castigo ante la evolución bursátil y por las sucesivas ampliaciones anteriores. Se optó entonces por ordenar la venta de prácticamente todas las divisiones e inversiones que tenía el banco; la idea parecía que consistía en obtener liquidez y liberar capital regulatorio para que, en caso de optar finalmente por la ampliación, el capital necesario no fuera tan elevado o, en el caso de una venta, resultara más atractivo al comprador por tener un balance más saneado. La línea de las actuaciones hizo que en el último mes despertara el interés de una de las principales fortunas de Latinoamérica, la familia Luksic, quienes compraron un 3% del banco con la idea de afrontar la ampliación de capital; con lo que no contaban, es que mientras ellos compraban confiando en el valor del banco, el propio Saracho no metía ni un euro en la entidad que presidía y se esta produciendo una fuga de depósitos.

El presidente, ocupaba previamente el puesto de vicepresidente en JP Morgan –un banco de 270.000 millones de euros y 246.000 empleados-, y fue contratado para sanear el balance de un banco que capitalizaba unos 4.000 millones y tenía una plantilla de apenas 12.000 personas. En cuatro meses, ha conseguido liquidar la entidad a cambio de 1€, mientras él obtenía un sueldo de 42.000 euros diarios. Y es que hundir una entidad consolidada, enfocada en el cliente minorista y la pyme local, no está al alcance de cualquiera. El banco consiguió salvar el estallido inicial de la crisis subprime, pero las malas compañías, un balance cargado de deuda hipotecaria y un equipo incapaz de solucionar el problema en 8 años, ha sido el causante de su mal comportamiento en bolsa. No obstante, mientras la quiebra de Lehman Brothers  arrastraba a todo el sistema financiero mundial por la compleja composición de derivados que había en su balance; con la caída de Popular muchos (excepto los accionistas) durmieron tranquilos esa misma noche, y eso es algo que descuadra.

Y cómo diría el programa de televisión, ¿cómo lo hacen? A grosso modo, una entidad bancaria existe gracias a algo tan intangible como es la confianza. Ello permite que podamos depositar nuestro dinero en el banco, pues estamos convencidos que vamos a disponer de él cuando lo necesitemos. Por otro lado, la entidad prestará e invertirá nuestro dinero, siempre y cuando cumpla con un perfil determinado que asegure, en la medida de lo posible, el cobro del préstamo, pues es el dinero que habrá que devolver al depositante. El negocio consiste en mantener el equilibrio como un funambulista que, en este caso se ha desestabilizado gravemente por el lado del depositante tras el miedo que se le ha infundado.

La entidad finalmente ha hecho un bail-in, donde los accionistas y acreedores de deuda subordinada –excluyéndose a la senior– pagarán la recapitalización de la entidad –cuentas corrientes y depósitos están a salvo-; mientras que Santander ampliará capital en aproximadamente 7.000 millones para cubrir el capital de primera necesidad y poder seguir cumpliendo con los objetivos de ratio CET1 de Basilea. Primera actuación del MUR en Europa, y adiós en un abrir y cerrar de ojos a 91 años de historia.