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La revolución de la MiFID II

AARÓN RODRÍGUEZ Asesoramiento y Gestión Patrimonial en Cross Capital

 

08-01-2018

La muy anticipada Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros II (MiFID II) entró oficialmente en vigor el 3 de enero en Europa y ha propiciado un colapso en los volúmenes de negociación de los bonos soberanos y corporativos a medida que los operadores intentan descubrir cómo cumplir con los nuevos requisitos de información. Y es que algunas de las nuevas reglas más estrictas para los traders provienen de los esfuerzos para introducir una mayor transparencia en la compra-venta de bonos, lo que obliga a los brókers a publicar los precios de los valores negociados más activamente antes de que se completen los intercambios. No sorprende que las nuevas reglas hayan deteriorado la velocidad de las transacciones, por ejemplo, la negociación de los bonos del gobierno denominados en euros han caído un 25% en comparación con el promedio de 30 días, y los bonos del Reino Unido alrededor del 11%.

Se espera que esta tendencia continúe en el corto plazo, con menos operaciones desde Europa a medida que los clientes se vayan acostumbrando a las nuevas reglas de juego. A esto hay que sumar que la banca de inversión actualmente continúa con problemas para poder clasificar a los clientes, entre minoristas y profesionales. En el largo plazo, la naturaleza disruptiva de este importante cambio regulatorio se hará más evidente, y los ganadores y perdedores probablemente emergerán más claramente, pero todo apunta a que habrá más perdedores que ganadores, impulsando potencialmente una mayor concentración de empresas de servicios de inversión.

Como señalaron numerosos medios durante el año pasado, se espera que los equipos de análisis e investigación de mercados se encuentren entre los principales perdedores por las nuevas regulaciones, ya que los bancos de inversión se verán obligados a facturar por separado las actividades de investigación/análisis (research) y comercialización. La prohibición de emitir informes de análisis gratuitos en Europa, se estima que se saldará con el despido de cientos de analistas y con recortes en el presupuesto de la banca de inversión que superarán los 1.000 millones de euros. Así, según un informe publicado por la consultora McKinsey & Co, los diez principales bancos prevén recortar el gasto en análisis alrededor de un 30%, frente a los 4.000 millones de euros que destinan actualmente; tan sólo dos o tres de los principales jugadores bancarios a nivel global preservarán su estatus en esta nueva era, ganando esta carrera armamentística de trading y ejecución en la compraventa de valores. Durante los próximos cinco años, los bancos tendrán que tomar decisiones difíciles y aprovechar sus puntos fuertes. No sólo habrá movimientos en los bancos globales, también habrá sacudidas en los más domésticos.

El inicio está siendo algo caótico. El regulador pretende garantizar un mejor trato para el inversor separando el análisis del resto de servicios, y eso implica que los gestores de activos deben dejar de recibir los informes que no han comprado. Un banco de inversión ya ha comentado que, en un intento de frenar los cientos de emails que recibe diariamente de análisis, envía correos automáticos a los remitentes solicitando el cese de los mismos, además de confirmar por escrito que no seguirán haciéndolo.

Mientras tanto, muchos banqueros sospechan que esta disminución en la cobertura de empresas tendrá un impacto negativo en aquellas que pretendan acceder a nuevo capital a través de las salidas a bolsa (OPV) o ampliaciones de capital. Si un bróker corporativo sólo puede enviar informes de valoración a aquellos inversores que previamente han pagado por él, los que no lo han hecho no podrán valorar la posibilidad de inversión, por lo que conseguir dinero nuevo, será mucho más difícil ahora en Europa y probablemente más caro para la empresa demandante de capital. Del mismo modo, si el mercado objetivo disminuye, asegurar estas colocaciones –la banca se compromete a adquirir los títulos que sobran- será más difícil para las empresas con menor visibilidad en el mercado.