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La inflación y el coste de vida

VALERIE LEWIS BENTO, SOPORTE DE NEGOCIO
16/01/2022

Cada vez es más común acudir al supermercado y sentir que llevamos menos artículos, pero que hemos dejado la mitad de nuestra cuenta bancaria en el ticket; lo mismo ocurre en el bar, la frutería y resto de sitios que solemos visitar con frecuencia, donde “lo de siempre” ahora viene con un añadido de veinte céntimos más. Esto no es una sorpresa cuando los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) han mostrado un crecimiento exponencial mensual en el IPC (Índice de Precios de Consumo), que ha alcanzado la cifra de 6,5% en el mes de diciembre de 2021.      

Este dato alarma puesto que, como bien reporta el INE, es la cifra más alta desde marzo de 1992, y dada la coyuntura en la que aún estamos inmersos, con una variante del COVID que parece resistirse a continuar su camino; los problemas derivados de los cuellos de botellas en las cadenas de suministros; los precios de los servicios que continúan en aumento – especialmente los relacionados con la energía eléctrica –, mezclada con la reanimación del consumo de bienes y servicios que han estado paralizados (o en su defecto a media máquina desde el inicio de la pandemia), suponen una especie un cocktail molotov para el consumo en un futuro cercano.

Al decir que el coste de vida de un país ha aumentado, equivale a decir que la inflación de ese territorio aumentó y, por ende, las mismas unidades monetarias que ingresamos no alcanzan para comprar los mismos bienes y servicios que antes. En el caso de España, muchos expertos indican que esta subida sostenida en los últimos meses es solo de carácter temporal, y que ésta irá remitiendo en los próximos meses en cuanto se regule la cadena de suministro. Nosotros venimos diciendo desde hace meses, que no lo veíamos así. Ahora, los bancos centrales han admitido recientemente que ya no ven la inflación como “transitoria” sino que al parecer va a perdurar más en el tiempo, con lo que el mercado descuenta varias subidas de tipos en 2022, por parte de la FED y del BCE, mientras que, por ejemplo, el Banco de Inglaterra ya empezó el mes pasado.

La inflación es como un tsunami que va inundando aspectos de nuestra vida, como la depreciación del poder adquisitivo de los salarios. De mantener este escenario a largo plazo, e incluso ser permanente, las empresas tendrán que incurrir en mayores costes no previstos para el 2022 para poder equipararlos y volverlos a hacer competitivos en un mercado fluctuante.

El resto de Europa también se está viendo afectada por este fenómeno. El aumento del precio de la energía ha perjudicado sus economías, aunque no tanto como en la española, donde este servicio tiene un peso importante en el IPC general. Ante esta situación, las empresas españolas tienen dos alternativas: trasladar los incrementos de costes a los precios para el público y perder competitividad y cuota de mercado en el mercado europeo; o bien permanecer igual viendo cómo sus márgenes de beneficio se reducen. España es el sexto país de la Eurozona donde mayor es la diferencia entre la subida de los precios industriales y los precios de consumo. En este escenario, los márgenes de las empresas podrían caer significativamente, amenazando la salud financiera de las empresas.     

Los bancos centrales serán determinantes para contener esta espiral inflacionista. Por nuestra parte, como ciudadanos de a pie, tendremos que trabajar con presupuestos, es decir, saber cuál es ingreso familiar neto para poder destinar partidas a cada uno de los gastos recurrentes y priorizar aquellos que se pueden dejar de lado. Aplicar pequeños cambios en nuestro día a día, sin duda hará la diferencia. Es en este contexto, es cuando cobra especial relevancia la planificación financiera y los ahorros bien invertidos a largo plazo para cubrir los objetivos vitales. Recuerden, asesórense bien.