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El índice VIX y las oportunidades de inversión

PUNEET VASWANI, ASESORAMIENTO Y GESTIÓN PATRIMONIAL

8/11/2020

Si hay un término que ha resonado en el mundo financiero a lo largo de todo el año (con el permiso de la Covid-19), ese ha sido el VIX. El índice, comúnmente conocido como el “indicador del miedo” de los inversores, ha acaparado el foco dada la volatilidad en los mercados, provocada por la incertidumbre generada a lo largo de todo el 2020: la aparición del coronavirus, propagándose globalmente y derivando posteriormente en la paralización de la actividad económica, las intermitentes tensiones comerciales entre EE.UU. y China, la guerra de precios del petróleo entre los países aliados de la OPEP+, las elecciones estadounidenses, o el Brexit, entre otros.

No han sido pocos los acontecimientos acaecidos. Todo ello ha provocado que este índice, creado por el CBOE (Chicago Board Options Exchange) en 1993, haya marcado máximos históricos el pasado mes de marzo, con niveles por encima de 82 puntos. Mientras tanto, la semana pasada llegó a marcar niveles de 40, con la incertidumbre que generaría los cuatro posibles escenarios respecto a las elecciones estadounidenses y un resultado incierto, situación en la que, mientras escribo estas palabras, aún está por constatar la victoria de Demócratas vs Republicanos. Si bien lo más importante era obtener un resultado claro a la mayor brevedad posible, ese escenario no se ha dado y el VIX se ha desplomado (hasta este viernes) casi un 30% en la semana, lo cual resulta difícil de comprender cuando sigue persistiendo la volatilidad en las bolsas. Así, en este año tan convulso, el índice ha registrado subidas de más de un +100%.

Pero ¿por qué ha caído el índice esta semana si, supuestamente, la volatilidad ha aumentado? Según introduce el CBOE, el índice VIX fue diseñado para medir la volatilidad implícita de las opciones del índice S&P500 sobre un período de 30 días. Por tanto, es importante saber que no es una herramienta que nos indique la volatilidad pasada, es decir, la vivida hasta ahora; sino más bien representa la expectativa de volatilidad futura por parte de los inversores.

Esta representación cobra sentido cuando tomamos como ejemplo uno de los acontecimientos comentados: las elecciones presidenciales en EE.UU. Históricamente hablando, el VIX ha repuntado en las semanas previas a las elecciones en 5 de los últimos 7 ciclos electorales y ha recuperado los niveles previos, en los siguientes dos meses (con la excepción de la Gran Crisis Financiera). Por tanto, la incertidumbre que genera este período se ve reflejado en el índice en las semanas previas al evento, incierto ensimismo.
Sin embargo, a excepción de las bolsas europeas, el resto de los mercados, especialmente en Estados Unidos, da la sensación de que no hay correlación entre la incertidumbre y su evolución. Si miramos la rentabilidad en lo que llevamos de año de los índices S&P500 y NASDAQ 100, ambos están en terreno positivo (con un +8% y un +32%, aproximadamente). Esto se explica por el predominio de las grandes compañías tecnológicas (Bigtechs, FAANGAM) beneficiarias de esta crisis por la aceleración de la digitalización en nuestras vidas, así como por la esperanza en la recuperación económica de aquel país con un mercado laboral flexible, muy dependiente del consumo y de la reapertura económica, que ha sido incentivada notablemente por un extraordinario paquete de medidas fiscales que posiblemente se amplíen y en despejar la incógnita del próximo presidente. La volatilidad ha propiciado oportunidades de inversión a escala global, impulsado la atracción de dinero hacia las distintas plazas bursátiles, pero no olvidemos que hay que ser muy selectivos.

Nosotros recomendamos siempre tener vocación inversora de largo plazo para hacer crecer nuestros ahorros, con la magia de la capitalización compuesta. Además, se trata de sentirse cómodo con la inversión y de estar bien asesorados. De esta forma, las posibilidades de alcanzar los objetivos financieros se incrementan. En contraposición, el cortoplacismo e invertir en instrumentos cuya conformación de precios no se entiende o resulta compleja de valorar (por ejemplo, las criptomonedas o los CFDs), no resultan aconsejables.