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Grecia en “bono basura”

 Johanna Prieto,  Finanzas Corporativas

 

27-08-2018

 

Aprovechando la llegada del 20 de agosto, fecha clave para la economía helena al darse por finalizado el mayor rescate de la historia económica reciente, tras ocho años donde los organismos internacionales han financiado al país con más de 250.000 millones de euros, resulta inevitable no reflexionar sobre el nuevo escenario al que debe enfrentarse ahora el país para captar financiación procedente de inversores privados. Recuperar la independencia financiera, es un hecho que ha sido resaltado por los más “optimistas/populistas” como un logro para el país, llegando algunos incluso a afirmar que se trata de un hito histórico a celebrar, cuestionándose muchos otros agentes del mercado, los que más, las dificultades a las que deberá hacer frente actualmente Grecia para financiar su economía.

En palabras de Klaus Regling, director gerente del fondo de rescate permanente de la zona euro (Mecanismo Europeo de Estabilidad –MEDE-), uno de los principales organismos internacionales que financiaron al país en los peores momentos, el pasado 20 de agosto fue un día para celebrar, recalcando que el país ha logrado con éxito salir del rescate tras más de ocho años trabajando para resolver sus problemas y modernizar su economía, dejando claro que, por su propio interés al tener los fondos de rescate aún más del 50% de la deuda del país, seguirá apoyando a Grecia, convirtiéndose en socios a largo plazo. En señal de este apoyo, comunicó que en los próximos meses seguirán trabajando con Grecia y aplicarán las medidas ya pactadas con el Eurogrupo para aliviar los compromisos de su deuda en el medio plazo.

Sin embargo, son muchos los que piensan que tras los continuos rumores sobre la veracidad de sus datos económicos más recientes, llegándose a hablar incluso de falseamiento de las cuentas públicas, rumores de salida del euro, corralitos y quitas de deuda, y especialmente, la comparativa de la situación actual con la de hace nueve años, el panorama para el país tras la salida del mayor programa de ayuda que desató la crisis de la deuda soberana y que puso en boca de todos a la ya olvidada Troika, se complica. Una economía con tasas de paro en los niveles de hace nueve años que duplica los niveles europeos, con un desplome del PIB de más del 25% en este periodo (la economía se redujo en una cuarta parte), y un empobrecimiento general de la población derivado de las fuertes subidas de impuestos, recorte de las pensiones y servicios sociales para alcanzar los objetivos de ingentes recortes de gasto público impuestos, sitúan a Grecia en un mal punto de partida para acceder a inversores privados institucionales para captar financiación. Si a eso unimos tasas de deuda por encima del 180% de su PIB, la mala situación de la banca griega con tasas de morosidad de hasta el 50% en muchos sectores, normal que algunos inversores y agencias de rating cierren definitivamente la puerta que se abrió el pasado mes de junio cuando Standard & Poor’s Global elevó un nivel el rating a largo plazo de Grecia, desde ‘B’ (bono basura) a ‘B+’, con perspectiva estable.

Todo esto hace que Europa, teniendo en cuenta también el Brexit, sea cada vez más heterogénea en términos de salud financiera y a nivel macro, y no solo en clave política, con bloques de países diferenciados, creciendo a distintas velocidades, Alemania, Francia, Periféricos (España, Italia, Portugal…) y no sabríamos dónde clasificar a Grecia.