Una negociación peculiar
AARÓN RODRÍGUEZ Asesoramiento y Gestión Patrimonial en Cross Capital
08-04-2018
Esta semana, la Oficina de Comercio de EE.UU. ha publicado una lista de productos provenientes de China que estarían sujetos a un arancel del 25% como resultado de la investigación de la Sección 301 de la Ley de Comercio estadounidense. La lista asciende a aproximadamente 50.000 millones de dólares en importaciones de bienes, lo que implica un aumento en la recaudación de 12.500 millones para las arcas públicas de aquel país.
Sorprendió en los medios la rápida respuesta de China, quien inmediatamente anunció el incremento de sus propios aranceles para una serie de productos importados desde Estados Unidos. Entre esos productos, aproximadamente 1.300, se encuentran: la soja, los vehículos, los productos químicos y determinados tipos de aviones. Los funcionarios chinos emitieron una respuesta proporcional a la planteada por USA, es decir, que los aranceles afectan a 50.000 millones de dólares de bienes importados. China, le ha enseñado a EE.UU. que también tiene cartas para jugar lo que señala, a priori, que a partir de ahora habrá un largo de periodo de negociaciones y revisiones, que previsiblemente se alargará durante meses antes de que estos aranceles entren en vigor. Además, la lista no es definitiva, por lo que eventualmente podría modificarse o reducirse.
Por el momento, parece que el resultado más probable será un acuerdo que aleje a ambas partes de los aranceles propuestos hasta ahora. La administración de Trump ha sido mucho más empática en lo relativo al comercio que lo que viene demostrando el propio presidente a través de sus mensajes en Twitter. Esta primera aproximación ha sido más suave de lo que se esperaba y los aranceles al acero y al aluminio finalmente involucran una cantidad sustancial de exenciones. Además, Estados Unidos ha suavizado su demanda respecto al apartado automotriz en el proceso de renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), reduciendo un importante obstáculo en las negociaciones actualmente en curso.
Sin embargo, continúa existiendo un riesgo considerable de que no se llegue a un acuerdo. Estamos en aguas inexploradas en la forma en que Estados Unidos persigue sus objetivos de política (y esos objetivos no están claros).
Si los aranceles anunciados por ambos países finalmente entran en vigor, y todo se desarrolla en un juego de dos, sin implicar a más países, las consecuencias macroeconómicas de estas medidas por sí solas serían probablemente pequeñas –los 12.500 millones de impacto real de las medidas, suponen aproximadamente el 0,1% del PIB estadounidense-.
Los riesgos de una guerra comercial han aumentado durante el último mes, pero los mercados de materias primas no han reaccionado en sincronía con la disminución en el precio de los metales básicos y la recuperación de los precios de la energía. Este ha sido un impulsor clave en el rendimiento relativo en el mercado de divisas, donde hemos visto un dólar australiano que se comportaba mal –al depender en mayor medida de la exportación de metales- y una corona noruega fuerte –exportadores de petróleo-. Estas dinámicas sugieren que el mercado no espera aún que tenga lugar una guerra comercial. Si las tensiones llegasen a incrementarse más, el contagio debería de abarcar a todo el mercado de materias primas, incluida la energía.