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Esa gran olvidada (1ª Parte)

JOHANNA PRIETO Finanzas Corporativas en Cross Capital

 

09-10-2016

 

Han sido muchos y diversos los elementos que justifican claramente que la optimización de la liquidez en las empresas pasara a un segundo plano en estos últimos años, estableciéndose a las Áreas de Tesorería el único objetivo de generar o mantener el circulante suficiente para poder realizar las operaciones del día a día, como clave esencial para garantizar la continuidad de la empresa. En un escenario años atrás, donde la liquidez por parte de las entidades financieras y contrapartes escaseaba, con un entorno de tipos de interés mínimos y niveles máximos de aversión a riesgos (riesgo de crédito y contrapartida), resulta más que evidente que optimizar, respetando los tres principios básicos de la inversión de los excedentes como son liquidez, rentabilidad y riesgo, resultara una utopía.

 

Si bien la crisis vivida en los últimos años limitaba las actuaciones de la Tesorería a anticipar, minimizar y evitar los problemas de liquidez de las empresas, quedando relegada la prioridad de rentabilización, el panorama actual ha cambiado. Son muchas las empresas donde, i) tras unos años de mejora en sus resultados, ii) acumulación de beneficios a la espera de que se aclare determinados panoramas inciertos para ejecutar nuevas inversiones, iii) escasez de instrumentos de colocación de excedentes tradicionales o con rentabilidades nulas, la optimización de sus excedentes de tesorería ha vuelto a convertirse en una de las funciones esenciales del Tesorero como elemento complementario para mejorar los resultados de la empresa.

 

Ahora bien, la gestión efectiva de los excedentes de liquidez es una tarea compleja. Si bien existe mucha literatura y análisis en lo que respecta a las diferentes metodologías y procesos para una correcta planificación y previsión del Tesorería, no así para la optimización de la rentabilidad de la misma, donde se limitan las actuaciones a activos que reúnan las condiciones de liquidez y seguridad. La ausencia de literatura y metodologías específica que definan de manera concreta y formal estos dos términos, obliga a recurrir a criterios y conceptos de racionalidad económica para determinar un límite a este tipo de inversiones. Si bien el concepto de seguridad podría quedar limitado a la garantía de recuperación a vencimiento del nominal invertido, la definición en lo que concierne a la liquidez es mucho más compleja. En este sentido, el análisis de un producto concreto acorde con los requisitos de liquidez no se realizará en función de unos criterios estáticos definidos previamente, sino atendiendo a las características concretas de cada producto y su adecuación al comportamiento específico de la tesorería de cada empresa. Por tanto, al margen de los productos claramente especulativos, de riesgo ilimitado y vencimientos excesivos, resulta imposible identificar a priori una lista del total de productos aptos para invertir dichos fondos. De esta forma, el proceso de selección de inversiones para la colocación de los excedentes de tesorería deberá llevarse a cabo por expertos en la materia, y se basará en el análisis de las características específicas de cada producto a las necesidades concretas de cada empresa, profesionalizando la gestión de todos los riesgos financieros, tales como el riesgo de liquidez, divisa, timing, riesgo de tipo de interés y riesgo de contrapartida, etc.