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Érase una vez 2016…

AARÓN RODRÍGUEZ Asesoramiento y Gestión Patrimonial en Cross Capital

 

27-12-2016

Si uno se hubiera ido de año sabático y regresara ahora para observar cómo han ido los mercados, el nivel general de tipos de interés no sorprendería a muchos; sin embargo, por el camino si que han habido grandes sorpresas…,  como el pánico que sucumbió a los mercados tras anunciar Japón su política de tipos de interés negativos, o la emisión a tasas de interés negativas de casi 11 billones de euros en bonos soberanos y, todo ello, para que a final de año, se recuperara ese movimiento gracias al optimismo puesto en la expansión fiscal y el tapering a las facilidades cuantitativas (QE). 2016 ha resultado ser también un año confuso por el aumento del populismo, o el aislacionismo tanto en Europa, tras decidir los británicos en las urnas la salida del Reino Unido de la Unión Europea, como en EE.UU., al recibir Donald Trump el apoyo del electorado para ser nombrado nuevo presidente. Con todo, las reacciones de los mercados no podían haber sido más dispares: si el voto a favor del Brexit condujo a los mercados hacia una fuerte corrección, la victoria de Trump produjo una reacción masiva que situaría al S&P500 en máximos históricos. Mientras, en Europa aún tenemos pendientes sobre la mesa varias elecciones presidenciales, donde Alemania y Francia son los países clave de cara al 2017.

Los eventos anteriormente descritos sembraron la incertidumbre en los mercados y motivó que muchos inversores buscaran refugio en activos como el oro o la deuda pública. En el caso del oro, su revalorización llegó a ser de casi un 30% mientras que en deuda pública se estrecharon las rentabilidades, y vimos como el bund alemán cotizó gran parte del año en negativo o el T10 estadounidense tocaba mínimos históricos durante el verano. Y cuando nos acercábamos al final del año, y por temor a lo desconocido en el lado fiscal, los inversores institucionales iniciaron el mayor sell-off (venta masiva) de renta fija desde 1993. Sin embargo, hubo otros factores que ayudaron a los mercados a remontar en esta fase final del año; como el petróleo, que tras alcanzar mínimos históricos en la primera parte del año, el precio del barril prácticamente se ha duplicado. Esto, junto a un mayor estímulo fiscal propuesto por Trump, debería desencadenar en un aumento de la inflación y motivaría a la Fed a elevar los tipos de interés para controlar unos niveles de IPC razonables. Mientras tanto, los datos macroeconómicos proyectados han mejorado significativamente y se puede afirmar que el mundo continúa creciendo.

Así, por un lado tenemos el sell-off de la deuda, un acuerdo en el recorte de la producción del petróleo, y la perspectiva de que los programas de compras de activos del BCE y el Banco de Japón están llegando a su fin, junto a la idea que las políticas de Trump harán a EE.UU. –y por extensión al resto del mundo- grandes otra vez. Pero ahora viene la parte difícil, ¿estamos realmente ante el inicio de algo nuevo?, ¿o es lo que puede descarrilarlo? Si la administración de Trump es capaz de cumplir con la mayoría de sus promesas pro-crecimiento, esto es, impuestos, regulación e infraestructuras, podríamos encontrarnos a las puertas de una nueva etapa de la economía. Sin embargo, las estrategias proteccionistas que formaban parte de su campaña ponen en jaque el crecimiento mundial.

Mientras tanto, en Europa también deberíamos preocuparnos por otro acontecimiento parecido al del Brexit, como resultado del aislacionismo, que también se apodera de la Eurozona. De materializarse, la incertidumbre podría desencadenar en una sustancial aversión al riesgo, si bien lo consideramos poco probable.