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Continua la concentración bancaria

MUNESH MELWANI Socio-Director General de CROSS CAPITAL EAFI

 

20-06-2017

 

En los primeros años de la crisis financiera, con la contracción del crédito tras el boom inmobiliario y la menor demanda de depósitos y otros productos de inversión por el retroceso en el ahorro, ya se preveía un redimensionamiento a la baja del negocio bancario en España. La banca española tenía grandes retos por delante para su supervivencia: había que cerrar oficinas, reducir plantilla, aprovechar economías de escala, reducir costes, desprenderse de activos y negocios no estratégicos, provisionar pérdidas derivadas del negocio promotor, diversificar el negocio internacionalmente, etc., todo ello, en un contexto de márgenes decrecientes auspiciado por unos tipos de interés a la baja.

Fue entonces, cuando desde las autoridades europeas competentes (BCE, EBA) y el Banco de España, se animó a las entidades a que, en la medida en que iba a existir un apoyo incondicional y continuado por parte de aquellas durante la crisis, aprovecharan para reestructurar su negocio. Las primeras en dar el paso fueron las Cajas de Ahorros, que en aquel entonces suponían casi la mitad del sector financiero en términos de volumen, mediante fusiones y adquisiciones (SIPs y finalmente bancos) algunas dentro de las propias comunidades autónomas (ejm. Kutxabank, Abanca) y otras con una vocación multiregional (ejm. Banca Cívica, Liberbank, BMN), en busca de la eficiencia, el tamaño, la solvencia y la rentabilidad. Algunas fueron rescatadas (ejm. BBVA-Catalunyacaixa) y otras adquiridas (Caixabank-Banca Cívica), proceso no exentos de algunos escándalos (ejm. CCM, Bankia), todos ellos relacionados con el gobierno corporativo.

Por aquel entonces, el caso del Banco Popular, ya era un “secreto a voces”, por las repetidas ampliaciones de capital y por no haberse deshecho de su cartera inmobiliaria y préstamos más dañados, como habían hecho el resto de bancos del sector, llamando la atención su moderado nivel de provisiones, así como los resultados de los distintos Test de Stress. Todo ha salido a flote con el agravamiento reciente de su situación y la adquisición por un precio simbólico por parte del Banco Santander, que se ha convertido en líder nacional, en crédito a clientela y depósitos, esto es, en negocio tradicional, relegando a Caixabank a la segunda posición. Bien es cierto, que seguramente, una vez de implemente la integración, no será una suma, dado que se reducirá su tamaño al existir solapamiento tanto de oficinas, como de empleados.

Por entender mejor el racional de la operación (más allá del precio): el líder pasará a ostentar un 24% de cuota de activo, un 16% de las oficinas, un 21% del crédito y un 23% de los depósitos, habiendo mejorado su posición competitiva en los créditos a pymes, donde representa un 25% del total de crédito. En grandes empresas gana un 5% de cuota adicional (24%). Sin embargo, queda lejos de Caixabank en el segmento retail: 13% en crédito vivienda vs 17% y 13% vs 22% en crédito a consumo. En cuanto a las oficinas, 1.700 Popular y 3.000 de Santander, tienen ambas entidades un elevado solapamiento, pero Santander puede mejorar su posición en zonas rurales y/o de menor presencia como Galicia, Castilla-León y Andalucía. Por otra parte, la fusión por absorción, supondrá una reordenación del negocio de seguros, ante las alianzas estratégicas que mantienen, Santander con Aegon y Popular con Allianz.

Esta adquisición, es una muestra más de que el modelo de negocio tradicional bancario está ya agotado y requiere una transformación forzosa, ante una inevitable digitalización de los servicios y la entrada en el mercado de otros actores, tales como las empresas Fintech (plataformas de direct lending, de intercambio de divisas, de medios de pago, etc.), las grandes tecnológicas (Apple y Google por ejemplo), así como la proliferación de otras firmas de servicios de inversión reguladas e independientes. También ha afectado sin duda, la pérdida de confianza de los ahorradores por la mala praxis en algunos casos. Todo apunta a que se producirán más movimientos bancarios, más reducciones de plantilla y cierre de oficinas, y lo que conocemos como banca hoy, será otro concepto a diez años vista.