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Una guerra fría tecnológica

AARÓN RODRÍGUEZASESORAMIENTO PATRIMONIAL

02/06/2019

El apretón de manos entre Donald Trump y Xi Jinping a finales de 2018, hizo pensar al mundo inversor que estábamos cerca de una solución para el lío arancelario, pero nada más lejos de la realidad. En mayo, bastaron dos tweets del presidente estadounidense para volver a encender la mecha y esta vez parece que el asunto ya coge fuerza; el mandatario estadounidense cree poder aprovechar el talón de Aquiles de China, esto es, el excesivo endeudamiento en el que ha incurrido su población más joven tras los planes del gobierno de aumentar el consumo interno para no depender en tanta medida del externo.

 

A medida que la guerra comercial se está convirtiendo más bien en una guerra fría de tecnología, muchas industrias saldrán dañadas por el camino, pero serán las relacionadas con los semiconductores las que parecen estar más expuestas que el resto, y es que, si sumamos el riesgo de desaceleración económica, el panorama luce como una tormenta perfecta.

 

El resultado más probable de la prohibición de Huawei en EE.UU. argumentado como asuntos de seguridad nacional, es que la cadena de suministro se verá afectada durante las próximas décadas. Es muy probable, por tanto, que muchas empresas de transporte, semiconductores, biotecnología, minerales raros, etc. sean consideradas de seguridad nacional, tanto en Estados Unidos como en China. Si la rivalidad se intensifica entre ambos países, la única solución posible sería la separación global de la cadena de suministro; intentarán independizarse mutuamente para limitar el riesgo político en una guerra comercial y tecnológica en aumento.

 

Desde que EE.UU. intensificó la guerra comercial al incrementar los aranceles del 10% al 25% sobre 200.000 millones de dólares de productos chinos el pasado 6 de mayo, los semiconductores han reaccionado muy negativamente, con caídas que en algunos casos rozan el -30%. El riesgo de desaceleración está en aumento, y en caso de que este sea global, es probable que las empresas de este sector sean las más afectadas, pues podría coincidir con una ralentización de actividad en la industria de Inteligencia Artificial.

 

Un semiconductor es un elemento que permite controlar la conductividad eléctrica, y es ampliamente utilizado en el ámbito de telecomunicaciones, procesamiento de señales y sistemas de control. La industria se subdivide principalmente en dos grupos: fabricantes de equipos y fabricantes puros. Y en esta guerra perderá claramente la industria estadounidense junto con la surcoreana, debido a la alta exposición de ingresos con China. Si la cadena de suministro global se reconfigura, las empresas estadounidenses deberán invertir en nuevas instalaciones de fabricación en otros países, por lo que se verán perjudicadas en el corto plazo. Por otro lado, las compañías de semiconductores chinas recibirían un apoyo más directo por parte del Estado, por lo que saldrán victoriosos en términos relativos… pero ¿qué pasa con las reglas de la Organización Mundial del Comercio que regulan sobre el apoyo estatal? En noviembre del año pasado, comentábamos lo obsoleta e ineficaz que se había vuelto la OMC y que había una serie de países que estaban promoviendo un nuevo tratado de comercio, conocido por las siglas CPTPP (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico), donde Japón jugará un papel clave. No obstante, Donald Trump está alejándose claramente de los acuerdos multilaterales promoviendo acuerdos bilaterales, por lo que, en este orden mundial, China no sería responsable de apoyar la industria de semiconductores dentro de la OMC.

 

¿Y qué pasa con Europa? Nuestros políticos se verán atrapados entre los intereses divergentes de Estados Unidos y China, pero nuestra región necesita exportar si queremos compensar el débil crecimiento interno, y aquí es donde se debe ser consciente de la realidad: China ofrece un potencial de crecimiento mayor que la economía estadounidense.