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Momento de reflexión en el BCE

MIGUEL ÁNGEL DIAZFINANZAS CORPORATIVAS

21/07/2019

El objetivo prioritario de la política monetaria desarrollada por el Banco Central Europeo (BCE) es garantizar la estabilidad de los precios, materializándose en la búsqueda de una tasa de inflación inferior, pero cercana, al 2% en el medio plazo. Durante los últimos 15 años esta premisa se ha mantenido inalterada, marcando el norte de todas las decisiones llevadas a cabo por la principal autoridad financiera de la Eurozona, exceptuando las medidas no convencionales implementadas para paliar los efectos de la Gran Crisis Financiera (GCF). No obstante, según ha informado la agencia Bloomberg, miembros del BCE analizan la idoneidad de este enfoque en el panorama económico que se ha desarrollado tras la GCF.

Para entender la relevancia de un potencial cambio en el citado objetivo, primero debemos constatar la importancia que subyace en la búsqueda de un crecimiento moderado y estable de los precios. Puede parecer controvertido que el BCE persiga que los precios aumenten, pues los consumidores solemos añorar épocas pasadas en las que los bienes y servicios adquiridos resultaban mucho más baratos de lo que son hoy en día. No obstante, la subida de los precios es esencial para garantizar el buen funcionamiento de la economía: la dinámica de la demanda y la oferta.

Una tasa de inflación moderada hace que la economía se mantenga en movimiento, las empresas obtengan mayores beneficios y sean proclives a invertir, los salarios incrementen y el poder adquisitivo de los consumidores se mantenga estable. Los extremos, como ocurre en muchas otras circunstancias, son tremendamente perjudiciales. Grandes y continuados aumentos de los precios (hiperinflación) como los vividos en periodos bélicos, o los actualmente evidenciados en países como Venezuela (10.000.000% para 2019 según previsiones del FMI), desatan el caos entre la población, que ve como su riqueza se diluye en cuestión de días. Por otro lado, tasas de inflación mínimas o incluso negativas (deflación) derivan en periodos de estancamiento y/o recesión económica prolongados. Este tipo de circunstancias suele evidenciarse bajo escenarios en los que la demanda se contrae, las empresas ven disminuidos sus ingresos y toman medidas de reducción de costes, lo que se traduce en sueldos más bajos, tasas de desempleo superiores y mayor retraimiento del consumo: un auténtico círculo vicioso del que resulta muy complicado salir.

Mantener este delicado equilibrio es de vital importancia. Para lograr dar con el tono perfecto, el BCE cuenta con poderosos y refinados instrumentos, siendo los principales la fijación de los tipos de interés al que pueden financiarse o efectuar depósitos las entidades de crédito, y el control indirecto de la oferta monetaria. Durante la mayor parte de los últimos 8 años, bajo el mandato del actual presidente Mario Draghi, las tasas de inflación armonizadas para la Eurozona se han mantenido por debajo del objetivo perseguido (actualmente se sitúan en un 1.3%). Todo ello, pese a haberse llevado a cabo importantes medidas para incentivar la inversión en economía real y el consumo, como la aplicación de tipos de interés negativos (penalizan el ahorro) y la inyección de más de 2.6 billones de euros en programas de compra de activos, favoreciendo a la banca y a empresas, lo que denota que algo no ha funcionado del todo. Estas circunstancias configuran un panorama en el que se pugna por una revisión de los objetivos de política monetaria, que permita evitar potenciales evoluciones deflacionistas que se vean agravadas por ciclos recesivos de la economía.

La incorporación de Christine Lagarde como nueva presidenta del BCE, unida a la potencial redefinición de los objetivos perseguidos por la citada institución, podría derivar en la toma de medidas de política monetaria más contundentes, si bien, al igual que el mercado, no prevemos subidas de tipos en los próximos 12 meses.