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El fantasma de la inflación

DAVID MARTÍN, ANALISTA Y ASESOR FINANCIERO

02/05/2021

La inflación ha vuelto a estar en la mente de los inversores en los últimos meses y no es para menos debido a las alzas en las rentabilidades de los bonos de referencia de las principales económicas como EE.UU. o Alemania. En España, el Índice de Precios al Consumo (IPC) se situó en un 2,2% en abril, que supone la mayor tasa desde octubre de 2018; en la Eurozona, fue del 1,6% también el nivel más elevado en los últimos dos años. Principalmente, este alza en la tasa fue avivada por los precios de la energía. El INE detalla que en abril se produjo un encarecimiento de la electricidad y que los precios de los carburantes y combustibles se mantuvieron estables. El carácter significativo que tienen los precios energéticos en este dato se observa en la tasa de inflación subyacente. Este indicador de inflación excluye del IPC los componentes más volátiles: el índice energético y el índice de alimentos no elaborados. Esto nos permite entender la variabilidad de los precios de consumo a corto plazo de manera más precisa. Conociendo que en abril la tasa de inflación subyacente estimada es del 0,0% (0,8% en la Zona Euro), podemos observar que la inflación todavía no ha llegado, si bien podría estar en camino.

El debate de los principales agentes económicos y participantes en el mercado es cuanto menos intenso. Desde Cross Capital, esperamos que en el segundo y tercer trimestre la tasa de inflación general se mantenga por encima del 2% interanual en las principales economías desarrolladas, nivel objetivo de los Bancos Centrales. Sin embargo, la cuestión principal que debemos plantearnos es si esta alza en los precios es de carácter coyuntural o, por el contrario, puede tener un efecto más duradero.

Estadísticamente, este repunte notable en la tasa de inflación medida mediante el IPC es provocada por los “efectos de base”. Esto es debido a las lecturas lastradas de los precios en el período anterior, cuando gran parte de la población mundial se encontraba en un confinamiento domiciliario a raíz de la propagación de la COVID-19. Adicionalmente, los efectos de bases se irán viendo amplificados por el siguiente efecto: el consumo deprimido a raíz de la crisis sanitaria junto con el exceso de ahorro de las familias impulsará la demanda que superará la capacidad de respuesta del lado de la oferta, lo que ejercerá una presión al alza en los precios. De hecho, ya hay signos de cuellos de botella en las cadenas de suministros y, a su vez, mayores costes de transporte de mercancías.

Ahora bien, en el contexto económico actual, los dos principales catalizadores en el aumento de las expectativas de inflación son los siguientes: por un lado, la recuperación económica, derivada del éxito en el proceso de vacunación (principalmente en EE. UU. y Reino Unido) y, por otro, la ingente cantidad de liquidez inyectada en la economía mediante las políticas monetarias acomodaticias de los principales Bancos Centrales y las medidas extraordinarias de política fiscal introducidas por la mayoría de los Gobiernos. Ambos factores nos marcan un período prolongado de crecimiento global por encima de la tendencia, que pueden traer consigo presiones inflacionistas. Sin embargo, todavía existen fuerzas deflacionistas seculares, como la demografía, la tecnología o el nivel de deuda, que contienen la inflación subyacente. Viene demostrándose que las tecnologías disruptivas no solo generan eficiencia y productividad, sino presión a la baja de los precios.

En definitiva, los principales Bancos centrales restan importancia al aumento en las expectativas de inflación, y mantienen que no habrá cambios en la política monetaria ultraexpansiva actual. Por un lado, la Reserva Federal de EE.UU. defiende el carácter temporal en el repunte de la inflación. Inversamente, y por el momento, el mercado no lo tiene tan claro, existiendo cierta inclinación a dudar de las palabras de los legisladores de la política monetaria. Desde Cross Capital aconsejamos no dejarse llevar por el ruido del mercado y ser cautos en este contexto de valoraciones exigentes de los activos financieros y proceso de recuperación gradual de la actividad, pero asíncrona, de las distintas economías. Nos debería preocupar más la rapidez y solidez de la recuperación que las tensiones inflacionistas a corto plazo.