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La guerra nos afecta a todos

VALERIE LEWIS BENTO, SOPORTE DE NEGOCIO
20/03/2022

No resulta una sorpresa, para nadie, pensar que las acciones de esta guerra tienen sus consecuencias, y que en los tiempos que vivimos y las noticias que asimilamos, sin duda, dibujan un panorama ensombrecido que afectará a nuestras vidas. Sin dejar a un lado el coste humanitario del conflicto ucraniano, éste tiene, y seguirá teniendo, un efecto muy relevante en la economía internacional. Apenas en el lapso de un par de semanas, las sanciones económicas impuestas a Rusia han tambaleado los mercados financieros y, con especial foco sobre las materias primas, alimentando también la galopante inflación que veníamos experimentando desde finales de 2021.

Hay efectos que son de corto plazo y otros más de largo. Centrémonos en los primeros, que son los que afectan de forma rápida a nuestro día a día. Cabe recordar que la economía rusa es la 11ª más grande del mundo, pero solo supone el 1,8% del PIB mundial. No obstante, donde radica su fortaleza es en la producción y exportación de materias primas. Siendo el 3er productor mundial de crudo tras EE.UU. y Araba Saudí, es el 1er exportador mundial de trigo y gas, el 2º mayor de crudo y sus derivados, tanto es así, que exporta el 40% del gas que consume la Unión Europea (UE) y el 26% del petróleo. A pesar de las durísimas e inéditas sanciones a Rusia, no han dejado de suministrar gas a la UE pues supondría un colapso de sus economías, por lo que, de forma controvertida, Rusia sigue ingresando más de 600 millones de euros diarios para garantizar dicho suministro de gas, del que el 25% pasaba por Ucrania. Ucrania por su parte es el 2º mayor suministrador de cereales para España, tras Francia. Además, es el 1er proveedor de aceite de girasol, suponiendo el 60% de lo que importa nuestro país de este producto.

Todas las sanciones van encaminadas a aislar a Rusia en todos los sentidos y reducir la dependencia del mundo respecto a las materias primas que exportan. Esto ha provocado que se disparen en los mercados financieros, con claros efectos sobre los precios finalistas para los consumidores y su impacto directo sobre la inflación, que todavía no se ha reflejado en los últimos datos del 7,4%. Lo que preocupa, lo cotidiano, es muy relevante: precios de la electricidad, precios del aceite de girasol, de los combustibles y de los alimentos. La inflación ya venía registrándose elevada desde hace varios meses, por el triple efecto de exceso de liquidez en el sistema (inyectada por bancos centrales y gobiernos), desajustes en la cadena de suministros tras la reapertura de las economías y el efecto de base arrastrado desde el confinamiento del Covid. La guerra lo que ha hecho es acelerar los efectos de un déficit de suministro de materias primas y ha puesto de manifiesto una excesiva dependencia de pocos proveedores. No es el caso de EE.UU. por ejemplo, que ha velado por una política de autosuficiencia.

Si bien es cierto que la pandemia tuvo, en gran medida, la culpa de la situación económica en la que estamos inmersos desde finales de 2020 – 21, los países ya habían comenzado un proceso de recuperación, lento, “doloroso” y acompañado de medidas restrictivas, que ahora tiene un problema mayor: la inflación más elevada de los últimos 30 años. Según el consenso de analistas, la energía y los alimentos no procesados tienen un peso del 16,4% en el IPC de la UE y del 19,8% en España y, por tanto, estimando aumento de la inflación de al menos 2,5 puntos porcentuales a lo largo de este año, podríamos irnos al entorno del 10%. No obstante, se espera que el shock de la guerra en los precios se disipe en los próximos 12 meses, claro que esto es suponiendo que Rusia no corta el suministro de gas a la UE. Todo ello hará que se recorte el crecimiento esperado para 2022, según la OCDE para Europa un 1,5% menos, situándolo en el 3%. En cualquier caso, el contexto es todavía incierto. Lo que está claro es que los bancos centrales tendrán que subir tipos para contener la inflación. A medida que pasen los días contaremos con una panorámica más clara para los próximos meses, por lo que obtendremos un poco más de certeza sobre las perspectivas del crecimiento mundial, ante el desarrollo de las políticas y decisiones tomadas por los diferentes gobiernos. Lo que resulta evidente, es que todos estos acontecimientos, y los que están por venir, dejarán una cicatriz visible para los países, dentro y fuera de la UE a largo plazo, y nos han recordado nuestra fragilidad y dependencia del exterior, siendo decisiones ajenas y no controlables, las que pueden condicionar nuestro futuro.