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La Gran Revolución Financiera

MIGUEL ÁNGEL DIAZFINANZAS CORPORATIVAS

04/08/2019

No resulta exagerado afirmar que actualmente estamos inmersos en una de las mayores revoluciones financieras de la historia. El sector en general, y las entidades de crédito en particular, se enfrentan a enormes presiones regulatorias, un escenario de tipos de interés en mínimos históricos y la consecuente necesidad de mejorar su rentabilidad, a través de la reducción de costes operativos y estructurales (cierre de oficinas, expedientes de regulación de empleo, etc.). No obstante, el mayor reto que tienen por delante los actores tradicionales, es adaptar sus modelos de negocio para desarrollar y aprovechar las nuevas oportunidades surgidas de la cuarta revolución industrial: la digital.

El actual entorno financiero, en constante ebullición, y el desarrollo de nuevas y avanzadas tecnologías, ha servido como caldo de cultivo para la irrupción de nuevos actores con potencial para transformar el sector financiero, tal y como lo conocemos. Hablamos de las llamadas fintechs (acrónimo de financial technology), empresas basadas en el uso innovador de la tecnología para el diseño y desarrollo de servicios financieros caracterizados por una gran experiencia de usuario, sus reducidos costes y un elevado grado de especialización. Este tipo de empresas crecen a un ritmo galopante (en España superan 350), aupadas por la inyección de capital proveniente de grandes inversores. Según el último informe bianual sobre fintechs publicado por KPMG, la inversión en este tipo de empresas habría alcanzado los 111.000 millones de dólares en el 2018, más que duplicando la magnitud experimentada el ejercicio precedente. En las últimas semanas, ha destacado el cierre de la última ronda de financiación privada del neobanco N26, por 170 millones de dólares, elevando su valoración hasta los 3.500 millones de dólares. Además, recientemente se ha anunciado la compra, por 27.000 millones de dólares, de Refinitiv, proveedor de información financiera, adquirido por LSE (London Stock Exchange) a Thompson Reuters.

Frente a los modelos de banca universal ofrecidos por los intermediarios financieros tradicionales que quedan en España, bajo los que se comercializa una miríada de productos y servicios, las fintechs se especializan en la prestación de servicios financieros concretos, como los pagos y transacciones (Revolut), la concesión de préstamos y créditos a particulares y empresas (SoFi), los servicios de inversión (Robinhood), los neobancos (N26), la actividad aseguradora (Oscar), etc. Este tipo de plataformas han sido concebidas para lograr una experiencia de usuario magnífica y su estructura les permite realizar rápidas y constantes iteraciones para adaptarse a las exigentes demandas de sus usuarios. Un claro ejemplo de su facilidad para innovar es la reciente modificación que ha hecho Revolut en su plataforma, incorporando un nuevo servicio de inversión sin comisiones (limitado a un número de transacciones), orientado a la transaccionalidad, pero no al asesoramiento en materia de inversión.

Pese a las grandes inversiones en transformación digital realizadas por los bancos tradicionales, sus rígidas estructuras funcionales impiden que los procesos de innovación acometidos alcancen el ritmo marcado por las fintechs. No obstante, siendo conscientes de sus debilidades, acuden a estrategias basadas en la inversión en prometedoras empresas, cuyos servicios complementen o mejoren los propios. Sin ir más lejos, Banco Santander ha redoblado recientemente su participación en el capital de Bonify y Curve, fintechs especializadas en la evaluación de la solvencia de sus usuarios y la agregación de tarjetas físicas, respectivamente; por su parte BBVA, ha aumentado su participación en el neobanco británico Atom.

Entre los agentes que participan en esta gran revolución financiera, existirán claros ganadores, que consigan innovar y diseñar servicios que aglutinen millones de usuarios, pero también grandes perdedores (también habrá muchas fintechs), para los que sea imposible seguir el incesante ritmo e innovación que les es exigido. No obstante, si algo podemos dar por seguro, es que los mayores beneficiados serán los usuarios finales, que tendrán acceso a un mejor y más variado ecosistema de servicios financieros.