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Etapa postpandemia y productividad empresarial

CAROLINA CASTELLANO, MARKETING Y COMUNICACIÓN
09/10/2022

La crisis más reciente de la que aún podríamos decir que nos encontramos saliendo, es la causada por la COVID-19. La pandemia ha tenido un fuerte impacto en las empresas, pues muchas se vieron obligadas a cerrar sus negocios temporalmente, e incluso permanentemente. El clima que se vivió en muchas de ellas fue inestable, incluyendo despidos para reducir sus niveles de gastos y poder mantener los beneficios, así como la necesaria reorientación de sus modelos de negocio para poder sobrevivir. La pandemia eliminó el 3,5% del PIB mundial en 2020 (FMI, 2021a), junto con el 8,8% de horas de trabajo a nivel mundial, lo que equivale a 255 millones de empleos a tiempo completo (OIT, 2021). Sin el apoyo fiscal extraordinario, que el FMI estima en unos 14 billones de dólares (FMI, 2021b), y los estímulos de política monetaria aplicados por los principales bancos centrales, la pandemia dejaría cicatrices aún más duraderas en la economía mundial. En un entorno de crisis así, con una respuesta institucional sin precedentes, donde los gobiernos y los bancos centrales intervinieron evitando una crisis económica aún más profunda y prolongada, no resulta difícil presuponer que la productividad se vio afectada.

Entre tanto, algunas empresas supieron concebir la crisis como una oportunidad para digitalizar sus procesos, intensificar la entrega online, introducir o ampliar el teletrabajo; mientras que otras, no pudieron operar en absoluto debido a las medidas de los gobiernos para contener la propagación del virus.  

Por si fuese poco, la guerra en curso en Ucrania, que comenzó este 2022, ha atenuado las perspectivas de una recuperación económica postpandemia para las economías emergentes y en desarrollo de la región de Europa y Asia Central, con excepción de India y China. Las rebajas de las previsiones de crecimiento para 2023 son generalizadas, y la prolongación o intensificación de la guerra podría causar daños económicos y medioambientales significativos y un mayor potencial de fragmentación del comercio y la inversión internacional. El riesgo de tensiones financieras también sigue siendo elevado, dados los altos niveles de deuda e inflación, alcanzando niveles no visto en décadas, propiciados en gran parte por los precios energéticos. Este shock inflacionista tiene implicaciones tanto para los consumidores como para los gobiernos, ya que limita la asequibilidad fiscal, la productividad de las empresas y el bienestar de los hogares.

Las crisis superpuestas de la guerra en Ucrania, la pandemia (todavía en curso) y una inflación desbocada, son un doloroso recordatorio de que los gobiernos deben estar preparados para gestionar choques masivos e inesperados que se desencadenan muy rápidamente. Los políticos deben diseñar los sistemas para que puedan hacer frente eficazmente tanto a los choques a corto plazo de la economía, como a las tendencias a más largo plazo, que están transformando los mercados laborales, incluyendo la globalización, las tendencias demográficas, la innovación tecnológica y los impactos del cambio climático.

Con todo esto, desde el punto de vista del trabajador, ¿cómo se está viviendo? Por un lado, debemos tener en cuenta la digitalización. Son muchos los empleados que tras experimentar las ventajas y conciliación familiar que supone el teletrabajo, se oponen volver a la oficina al 100%. Sin duda, es un sistema operativo que muchas empresas se han visto obligadas a implementar como medida de retención de talento. Además, en función de cada sector, son varios los estudios que confirman que la productividad en su equipo no se ha visto alterada, al contrario, en muchas incluso ha aumentado. Esto también ha ocurrido con la reducción de la jornada laboral de 5 a 4 días. Si bien es algo que se ha desarrollado más fuera de España, cada vez son más las empresas en nuestro país que se animan a probarlo, como parte de ofertar valor añadido, progreso y flexibilidad, que atraiga al mejor talento. Y es que el bienestar emocional es algo que está a la orden del día en la sociedad.   

Por último, otro tema que no ha parado de resonar en los últimos meses es la subida salarial, con el objetivo de tener el mismo poder adquisitivo previo a la subida desproporcionada de los precios de los productos. La vida cada vez es más cara, pero los salarios siguen sin actualizarse. Esta misma semana hemos vivido una manifestación convocada por UGT y CCOO, tanto en Las Palmas como en Santa Cruz de Tenerife, para exigir una subida salarial que como mínimo se ajuste al incremento del coste de vida, teniendo en cuenta además que los sueldos en Canarias siempre han sido de los más bajos a escala nacional. La variación del IPC de Canarias ya alcanza el 9,5%, con especial incidencia en la cesta de la compra y la energía.     

Es momento para que las empresas y la clase gobernante se sienten a reflexionar y diseñen un plan que, ante shocks externos, un país pueda reaccionar y adaptarse eficazmente a contextos como el actual, para poder así mantener la productividad y los beneficios. En este plan, lógicamente también deben contemplarse incentivos para las empresas, especialmente para las pymes, que no cuentan generalmente con gran capacidad para la fijación de precios y sufren una notable presión en términos de cargas fiscales y laborales.