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Estrategias de Inversión

Estrategia inversión

AARÓN RODRÍGUEZ,  ASESORAMIENTO Y GESTIÓN PATRIMONIAL

Noviembre 2019

Si queremos tener éxito en los mercados financieros, hay una serie de factores que debemos considerar a la hora de definir el enfoque de inversión que queremos darle a nuestra cartera; la idea de este artículo es exponer de manera simple y resumida los pasos que debemos dar a la hora de invertir.

En primer lugar, hemos de partir de la base esencial de que todos los que invertimos queremos ganar dinero porque, para perderlo, estarán de acuerdo conmigo, es mejor gastarlo. Una vez estamos mentalizados de que invertimos para ganar dinero y, por tanto, vamos a asumir un riesgo, debemos definir la estrategia que emplearemos para alcanzar nuestro objetivo -es de primaria, lo sé, pero cuando los precios no acompañan suele cundir el pánico y en lugar de encarar la situación, muchas personas optan por vender en el peor momento-. Una forma de clasificar las estrategias de inversión es separándolas en dos grandes grupos: activas y pasivas. Las estrategias de gestión activa consideran que la hipótesis de eficiencia de los mercados no se cumple en todas sus formas y niveles y, por lo tanto, es posible obtener rendimientos superiores al mercado, con una aportación adicional de rentabilidad del gestor, denominada “alfa”. En contraparte, las estrategias de gestión pasiva asumen la hipótesis de eficiencia, por lo que optan por replicar índices de mercado al menor coste posible.

La psicología juega un papel muy importante en nuestras decisiones por lo que, si usted es de los que va a estar mirando continuamente la evolución de las bolsas, nuestra recomendación es que opte por una estrategia pasiva, pues la evolución de su cartera irá en sintonía con la del índice que esté visualizando. La pega de esta estrategia es que la cartera que podrá construir será considerablemente más simple, al no poder beneficiarse de la inversión en determinados activos, como las empresas que cotizan en mercados más pequeños. Por el contrario, si opta por una estrategia de inversión activa, deberá saber que dentro de ella hay varias modalidades, pero nos habíamos prometido simplificar la explicación, por lo que dividiremos la inversión activa según dos métodos de estudio: la basada en el análisis fundamental y la que fundamenta la toma de decisiones en el análisis técnico. El análisis fundamental es la metodología más utilizada en las estrategias activas, mientras que el análisis técnico será necesario a la hora de aplicar las técnicas basadas en tendencias, osciladores, patrones, medias, estadísticas y de soporte/resistencia. Dentro de ellas, tal vez las más conocidas son la media móvil y el momentum. La diferencia fundamental entre la gestión pasiva y la gestión activa y, a su vez, el análisis fundamental y el técnico, está en que, en teoría, con el análisis fundamental de la gestión activa el gestor elige concienzudamente las inversiones. Y es que, analizar una compañía consiste en recopilar información y organizarla en un esquema lógico, que sea de utilidad a la hora de determinar su valor intrínseco, es decir, traer a precios presentes el valor futuro de la empresa. En las inversiones, el futuro es lo que importa, y para comprender las perspectivas futuras de la empresa, será necesario, por tanto, tener un buen conocimiento de la condición actual de la empresa y de su habilidad para generar beneficios.

Una vez tenemos claro lo anterior, lo siguiente es definir nuestro horizonte temporal de la inversión porque es lo que determinará la composición entre las diferentes clases de activos: bolsa, deuda, materias primas, inmobiliario, y otros. Tanto la bolsa como la deuda y el sector inmobiliario han ofrecido buenas rentabilidades en los últimos cien años, o lo que se considera como el “largo plazo”. Sin embargo, el largo plazo puede no ser lo “suficientemente largo” para muchos inversores. Un inversor individual tiene un periodo finito de inversión, y este guarda relación con la etapa laboral, normalmente entre los treinta y sesenta años, dejando un margen al inicio, pues previsiblemente su sueldo será menor, y al final, donde las inversiones se suelen orientar a consolidación. Dependiendo del período histórico en el que viva el inversor, el rendimiento final de la inversión puede ser dramáticamente diferente de lo esperado. A grandes rasgos, y para verlo en perspectiva, pensar que en la crisis financiera de 2008 hubo tres tipos de inversores: el que se iniciaba en bolsa y entra en el momento más barato, el que salía de la bolsa y vio cómo su inversión no ganó nada en los últimos diez años, y el que estaba en su etapa intermedia y ya venía de sufrir la burbuja puntocom.

El hecho es que todas las categorías de inversión, o clases de activos son, en distinto grado, volátiles con el tiempo: la deuda, las materias primas, los inmuebles y hasta el oro, que es empleado como activo refugio, han sufrido periodos prolongados de rentabilidades estancadas. Por tanto, el aspecto más relevante que determina si obtendremos un rendimiento respetable con la inversión, viene determinado principalmente por la fecha de inicio del horizonte de inversión y por el valor de las distintas clases de activos en ese momento del tiempo.

Actualmente nos encontramos en un momento en el que las principales clases de activos están en máximos históricos. El elevado apalancamiento frenará la rentabilidad esperada de los inmuebles. La rentabilidad que ofrece la deuda es ridículamente baja si tenemos en cuenta el riesgo asumido, y la renta variable disfruta de la expansión económica más larga de la historia. Esto obviamente supone un problema, sobre todo si tenemos en cuenta las optimistas expectativas de los inversores españoles, donde, según un estudio realizado por la gestora Schroders, se sitúa en el 9,2% anual. En los últimos treinta años, una cartera diversificada pasiva ha proporcionado un 7% de rentabilidad anual, y del 7,6% si solo nos vamos a la Bolsa, aunque la duración del drawdown-la caída que experimenta una inversión hasta que recupera el valor- es considerablemente mayor en este último caso. En los próximos treinta años es probable que se repita, pero para periodos más cortos, las oscilaciones son mayores. Poseer una cartera que combine diferentes clases de activos, tal vez, nunca ha sido tan necesaria.