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Bitcoin como inversión

MUNESH MELWANI,  SOCIO-DIRECTOR GENERAL
10/01/2021

Llevo un par de años analizando la tecnología blockchain y las criptodivisas en general, para poder valorar con criterio si se trata de activos financieros como tal, y, por tanto, poder aplicar un método para inferir cómo debe calcularse su valor intrínseco o razonable, más allá de cómo coticen en mercado. Pensaba que había llegado tarde, pero es ahora cuando ya se ha institucionalizado el uso de las criptodivisas, especialmente el Bitcoin, por parte de los inversores institucionales, tales como bancos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds y algunas grandes empresas. La evolución y negociación de estos instrumentos han ido por delante de la regulación financiera; una vez más, la ingeniería financiera es imparable, y, por consiguiente, no es apta para todo tipo de inversores. Por su parte, los bancos centrales son conscientes de esta tendencia y trabajan intensamente en desarrollar sus propias divisas digitales, estando más avanzados en esta labor la Reserva Federal y el Banco Central Chino.

Conviene recordar que las criptodivisas, basadas en blockchain, saltaron a la palestra mundial en 2008 (cuando Satoshi Nakamoto publicó un análisis que compartió en Bitcoing.org, titulado “Bitcoin: a peer-to-peer electronic cash system”). Sí, así es, entramos en la segunda década de su existencia y la evolución de sus cotizaciones en los mercados (no regulados), ha pasado por todas las fases clásicas de la tecnología disruptiva: alzas pronunciadas impulsadas por una demanda masiva, caídas en picado por ventas e incertidumbre, volatilidad desmedida, euforia desatada, depresión, pánico y ahora, el síndrome FOMO (fear of missing out), o lo que es lo mismo, el miedo inversor a perdernos el rally. Y es que el Bitcoin superaba esta semana la barrera de los 40.000$, mientras cotizaba a 10.000$ en septiembre de 2020 y en 20.000$ hace apenas tres semanas. El Bitcoin ya supone el 70% del mercado de las criptodivisas que representaba una capitalización de unos 350 billones de dólares a septiembre de 2020, consolidándose como la moneda reserva de referencia de dicho mercado y la más segura en términos tecnológicos (caídas de sistema, pérdida de información, trazabilidad, hackeo, etc.). Se trata de un fenómeno económico: las criptodivisas han venido para quedarse y el Bitcoin se consolida como líder de este movimiento.

No obstante lo anterior, la calidad de la información sobre las criptodivisas para principiantes, es pobre y muy poca gente las ha asimilado como parte estable en sus carteras de inversión, gestionadas por profesionales de la industria financiera, y es que, por ejemplo, la banca comercial, apenas ha habilitado su acceso para clientes, sobre todo, porque no está catalogado como activo financiero como tal, y no cuenta por tanto con la protección al inversor que otorgan las Directivas Europeas del Mercado de Valores (MiFID II) y la regulación emitida por la CNMV en nuestro caso.

Han sido los inversores institucionales y profesionales los que hemos dado el paso, tras varios años de estudio, entendiendo ahora que el Bitcoin tiene unas propiedades que explican su potencial como inversión a largo plazo: una alternativa al oro como valor refugio pero digital (en realidad es duradero, divisible, verificable, portable y transferible), una fórmula de pago transparente para bancos y empresas (cadenas de bloques con información trazable) con una infraestructura de red global y un instrumento de cobertura ante el sistema financiero tradicional. De hecho, el Bitcoin ha sido el activo más rentable del siglo XXI. Hace 5 años una inversión de 10.000$ hubiera generado una rentabilidad anualizada del 149%, lo que supone unos 960.000$ actualmente, pero claro, quién lo iba a decir…

El retraso en la asimilación del Bitcoin como inversión se explica por la dificultad en el entendimiento del proceso de conformación de su valor intrínseco y de la volatilidad de su precio en los mercados en los que se negocia, que por cierto son plataformas online descentralizadas, tales como Coinbase, Bistamp, Kraken, entre otras. Se puede invertir también a través de otros vehículos de inversión, como fondos de inversión, capital riesgo y ETFs.

El papel que juega en la economía actual ya es indiscutible, pues supone uno de los activos con mayor capitalización y pensamos que todavía le queda mucho potencial en la evolución a futuro del sistema financiero mundial.