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Sobre disciplina fiscal y endeudamiento

JORGE BAUER, ASESORAMIENTO Y GESTIÓN PATRIMONIAL

12/10/2025

Durante muchos años, el debate sobre la deuda pública y la sostenibilidad fiscal ha sido considerada como un asunto técnico, reservado para economistas y alejado del interés ciudadano. Sin embargo, hoy en día, debido a los elevados niveles de endeudamiento de las principales economías, la ralentización del crecimiento y el encarecimiento del crédito, dicho debate ha vuelto a situarse al centro de la discusión política debido a la amenaza que supone en términos de estabilidad política y sus efectos sobre el estado del bienestar.

El ejemplo más reciente sobre este debate se ha situado en Estados Unidos, donde el fracaso del Congreso para aprobar el presupuesto federal para 2026 ha derivado en un nuevo cierre parcial del Gobierno (shutdown) debido a una disputa entre republicanos y demócratas sobre el nivel de gasto y las prioridades fiscales, entre recortar el gasto gubernamental y contener el déficit, o bien, mantener la financiación en gran parte de los programas sociales.

Europa también está atravesando un escenario similar, con Francia en el centro del conflicto presupuestario debido a la imposibilidad que está teniendo el país en lograr la aprobación de sus presupuestos, lo que ha llevado a constantes dimisiones de varios primeros ministros en menos de un año, destacando la dimisión de Sebastian Lecornu esta última semana al no recibir el apoyo político suficiente para aprobar unos presupuestos, que pretenden empezar a poner freno al déficit francés (de más del 5% del PIB) y así a su deuda, que ya se sitúa en niveles cercanos al 114% sobre el PIB.

No obstante, en Europa, los problemas presupuestarios no acaban en Francia, sino que, a su alrededor, el resto de los países lidian con problemas parecidos. Alemania, tradicional defensora de la austeridad, ha suspendido parcialmente su “freno de deuda” para financiar la transición energética y el refuerzo militar. Italia por su parte ha recibido advertencias de Bruselas por su elevado déficit y escaso crecimiento, y España continúa prorrogando los presupuestos de años anteriores al no conseguir los apoyos suficientes. La Comisión Europea está empezando a preparar el regreso de reglas fiscales más estrictas tras los años de flexibilidad postpandémica, en un contexto donde el recuerdo del colapso presupuestario que provocó la dimisión de Liz Truss en el Reino Unido resuena cada vez más fuerte.

En Asia, las tensiones presupuestarias también se acumulan, destacando China que afronta un creciente endeudamiento derivado de los gobiernos provinciales y del rescate de su sector inmobiliario, y Japón, con una deuda que ya supera el 230% del PIB y depende de tipos de interés ultra bajos para mantener su estabilidad.

Todo ello, refleja una realidad cada vez más incómoda a escala global con niveles de endeudamiento público que ya se sitúan cercanos al 90% del PIB mundial y con una desconfianza inversora cada vez más creciente que empieza a penalizar los equilibrios presupuestarios precarios y a expresar, a través de un aumento en las TIRes de los bonos gubernamentales, que se traduce en una mayor exigencia hacia los gobiernos para ordenar sus cuentas y mantener una mejor disciplina fiscal, redefiniendo así la noción misma de riesgo soberano.

En este sentido, en algún momento futuro, toda esta deuda se tendrá que pagar (o renegociar), siendo en el caso de los gobiernos democráticos, un reto que será todavía más complejo de resolver pues, debido a su propia estructura y a sus ciclos electorales cortos, los políticos tienden a priorizar el gasto inmediato y las soluciones visibles frente a la prudencia presupuestaria, convirtiendo así a la deuda en un reflejo del cortoplacismo y en parte del pacto tácito entre gobernantes y ciudadanos de gastar hoy y asumir el coste mañana.

Sin embargo, el equilibrio en los mercados de renta fija gubernamental empieza a ser cada vez más frágil, los inversores empiezan a mirar con mayor recelo el aumento del gasto y la sostenibilidad fiscal, que trae consigo recortes de ratings y hace caer gobiernos. Muchos políticos depositan su fe en que la revolución tecnológica y las mejoras de productividad derivadas de la inteligencia artificial aliviarán, a medio plazo, el peso de la deuda y mejorarán los márgenes fiscales perdidos. Pero, hasta que esa promesa no se materialice, la sostenibilidad presupuestaria seguirá generando dudas entre los inversores y obligará (al menos en el corto plazo) a los gobiernos a recuperar la disciplina perdida si quieren seguir preservando la confianza de los mercados.