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La globalización en un futuro próximo

MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL DE CROSS CAPITAL
22/01/2023

La pandemia, el desajuste de las cadenas de suministro y el resurgir de las tensiones geopolíticas nos lleva a la reflexión sobre si la globalización va a permanecer, o si de lo contrario, estamos inmersos en una dinámica imparable de desglobalización. No resulta fácil deshacer décadas de integración económica, comercial y de los mercados de capitales, por lo que, en nuestra opinión, la naturaleza de la globalización se verá alterada, evolucionará, pero no desaparecerá.

Conceptualmente, se podría definir como el fenómeno que recoge la apertura de mercados y economías a integrar el movimiento global de bienes, servicios, capitales y fuerza laboral, además del intercambio de conocimientos, cultura y políticas, todo ello sin que existan barreras geográficas. La evolución de la globalización en las próximas décadas dependerá mucho del rol de la innovación y de la automatización, de la demanda de los mercados emergentes, del éxito o no de los nacionalismos y del desarrollo normativo sobre el clima, los impuestos y el manejo de los datos.

De lo que no cabe duda, es de que la globalización ha traído consigo múltiples beneficios. Nos remonta a las instituciones y políticas establecidas tras la 2ª Guerra Mundial, que derivaron en la adopción de sistemas de mercado libre, redujeron barreras al comercio e implementaron acuerdos internacionales para promover el comercio y la inversión. El comercio mundial de bienes y servicios creció firmemente durante décadas, suponiendo según datos del Banco Mundial, un 25% de PIB global en 1970 para alcanzar un 52% en la actualidad, convirtiendo al planeta en un mercado global y a su vez digital.

Por otra parte, la globalización ha reducido sustancialmente la pobreza en las economías emergentes y creado nuevos mercados, por ejemplo, aumentando el consumo de la población en China, o incentivando la emigración para encontrar mejores oportunidades laborales, de forma que en 2021 las remesas enviadas por los trabajadores que emigraron hacia sus países  de origen, superaron en tres veces las ayudas otorgadas por estos gobiernos en favor de sus ciudadanos y hablamos de 600.000 millones de dólares. Asimismo, la deslocalización de la producción de bienes, ha reducido la pobreza en estas zonas de fabricación, y aumentado el potencial consumo en otros, como por ejemplo en EE.UU., en el que el precio de los vehículos nuevos solamente aumentó un 3% desde 1997, mientras en el mismo período, los precios de la ropa, los juguetes, los muebles y las TV, se habían reducido un 14%, 76%, 14% y 98% respectivamente. En paralelo, la globalización también ha impulsado la proliferación de las nuevas tecnologías en los distintos mercados, importadas desde los países desarrollados a los que están en vías de desarrollo. Por ejemplo, en 1998 China exportaba especialmente productos agrícolas, cuando ahora exporta sobre todo componentes electrónicos y maquinaria.

No obstante lo anterior, está claro que está adquiriendo fuerza desde hace unos años justamente el fenómeno contrario: la desglobalización. Y es que la globalización también ha traído consigo costes. Primeramente, uno muy patente es el de la desigualdad entre los países desarrollados y en vías de desarrollo a nivel de ingresos per cápita en sus poblaciones, dado que las industrias nacionales se exponen a una competencia global, y la tecnología/innovación han supuesto un reenfoque integral de muchas industrias. En segundo lugar, los países mirando un poco más hacia sus intereses, han centrado su comercio más en alianzas supranacionales de su entorno (por ejemplo, la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión TTIP, el Acuerdo de Asociación Transpacífico TTP, la Asociación Económica Integral Regional RCEP liderada por China, los tratados bilaterales dentro de la UE) que en las propuestas de entes mayores como la Organización Mundial del Comercio (OMC). En tercer lugar, han tenido lugar eventos de calado como la Gran Crisis Financiera desatada en EE.UU. en 2008 con consecuencias mundiales durante años, la crisis de la deuda de la Eurozona en 2011-12 que hizo tambalear el proyecto de la moneda única, el terremoto japonés de Tohoku y el tsunami en 2011 que afectaron a las cadenas de suministro, la pandemia con la Covid-19 que demostró la vulnerabilidad de la población del planeta y más recientemente, la invasión rusa en Ucrania, que ha puesto de manifestó la dependencia energética, que demuestran lo interconectado que está el mundo como consecuencia de la globalización.

En la próxima década, temas como la política climática y de transición energética de los países, o la política social y de gobernanza, pueden convertirse en caballos de batalla en el marco de esta tendencia de desglobalización. Respecto a cómo podría evolucionar la globalización a futuro, manejamos tres escenarios posibles en un mundo en el que los países cada vez buscan medidas más proteccionistas: (i) Globalización renovada: liderada por los organismos internacionales de comercio, animan a que los países asuman de forma conjunta los retos globales y reduzcan todo tipo de barreras comerciales, (ii) Mundo multi-polar: existe cooperación internacional para algunos temas, pero el alineamiento comercial se realiza por bloques, por ejemplo Europa Occidental con EE.UU. por un lado y por otro, Rusia y China, haciendo de bisagra el sudeste asiático, Oriente Medio y Latinoamérica, propiciando asimismo alianzas geopolíticas, (iii) Fragmentación total: se rompe con la globalización y los países ponen el foco en la producción nacional de bienes y servicios, aumentando las barreras de entrada de productos y personas, dando lugar a eventuales tensiones geopolíticas. Tras 70 años de globalización, vemos más plausible el segundo escenario, en el que, por supuesto habrá ganadores y perdedores, nuevas oportunidades y riesgos.